La inteligencia artificial en la guerra Ucrania - Rusia

La guerra en ucrania se ha convertido en un terreno de ensayo de las nuevas tecnologías, en particular demostrando cómo puede usarse la inteligencia artificial (IA) con gran eficacia. Pero también ha puesto de manifiesto las deficiencias de los gobiernos y el sector de defensa para adoptar, desplegar y controlar las tecnologías basadas en la IA.

En la guerra en Ucrania, la IA se ha utilizado para cuestiones que van desde la toma de decisiones estratégicas generales basadas en inteligencia reciente o de tiempo real hasta tareas más mundanas como la previsión de dificultades logísticas. Un cuarto frente es el uso de la IA en la guerra de la información para fines de “construcción narrativa”, como lo explica Matthew Ford de la Universidad de Defensa de Suecia en Estocolmo y coautor de un libro sobre la explosión digital del campo de batalla, Radical War: Data, Attention and Control in the 21st Century.

Pero, aunque la guerra ha demostrado que la IA puede ayudar a los ejércitos a seguir de cerca los movimientos del enemigo y lanzar cargas explosivas de manera remota y autónoma, también ha acelerado los cambios en la dinámica del campo de batalla. Las fuerzas pronto modifican sus tácticas, técnicas y procedimientos ya sea para aprovechar la nueva tecnología o para mitigar su impacto.

La falta de una adaptación rápida puede ser aprovechada por un enemigo ágil. Cuando los soldados y pilotos rusos se comunicaban sin encriptar sus conversaciones, Ucrania desarrolló un software de reconocimiento de voz y traducción basado en IA para monitorear esas comunicaciones y extraer inteligencia de aplicación práctica. Y aun cuando se adopten contramedidas, cada parte debe estar lista para repensar y mejorar su tecnología tan rápidamente como la otra. Cuando Rusia introdujo la interferencia electrónica para frustrar ataques con drones de combate ucranianos, por ejemplo, el plantel de programadores de Kiev desarrolló una herramienta de IA para ayudar a sus drones a evadir la interferencia rusa y mantenerse fijados en el blanco.

Drones no pilotados

Esta guerra de armamento tecnológico difiere llamativamente de la forma en que muchos pensadores militares concebían la implementación de la IA. En primer lugar, los principios en que se basan los vehículos aéreos no tripulados, o VANT, no han variado significativamente desde la década de 1990. Pero en Ucrania la variedad de drones y sus capacidades ha evolucionado rápidamente, en gran medida por su acoplamiento con los continuos avances en IA. Mientras que el dron de uso militar hecho en Turquía Bayraktar TB2 cumplió un papel clave en la defensa de Ucrania en los primeros meses de la invasión de 2022, resultó menos útil cuando Rusia mejoró sus capacidades de defensa aérea y guerra electrónica.

Cuando se establecieron líneas de combate más permanentes con el correr del año, Ucrania instó a sus fabricantes de drones a adaptarse. El resultado ha sido una sucesión de dispositivos mejorados y diversos. En septiembre, por ejemplo, Kiev aprobó el despliegue de drones Saker Scout de producción propia, que pueden detectar blancos enemigos a menudo no captados por el ojo humano, aun cuando estén ocultos bajo camuflaje.

Este énfasis en una iteración rápida ha contribuido a cambiar la forma de pensar de los estrategas militares, dice Lauren Kahn, analista principal de investigación del Centro de Seguridad y Tecnología Emergente (CSET) de la Universidad de Georgetown. A pesar de la efervescencia generada por la IA en los círculos militares desde 2021, si no antes, los ejemplos prácticos eran hipotéticos o basados en proyectos. “Eso cambió después de Ucrania”, dice Kahn. Los planificadores comenzaron a ver que la IA no era una simple casilla para marcar, sino que suscitaba una serie de exhaustivos interrogantes acerca de qué la convertiría en una herramienta útil: datos, conocimiento de la parte propia y la contraria, pruebas y procedimientos de evaluación. La forma creativa en que Ucrania ha desarrollado la tecnología de drones es algo que “nadie podría haber imaginado”, expresó.

Datos

La guerra en Ucrania ha puesto de relieve la importancia de los datos —el combustible que alimenta la IA—, pero también ha planteado cuestiones preocupantes para los formuladores de políticas y planificadores. Ucrania comprendió pronto que aquello que se consideraba datos en una guerra había cambiado. Rápidamente, reconfiguró una aplicación gubernamental de declaración de impuestos para también permitir a los ciudadanos subir fotos, videos y otros detalles informativos acerca de las tropas y posiciones rusas a una base de datos gestionada por las fuerzas militares.

Esta aplicación combinaba imágenes satelitales comercialmente disponibles con datos clasificados obtenidos de sus aliados. También hackeaba cámaras de vigilancia rusas y su propia flota de drones. Pero para que todos esos datos se convirtieran en inteligencia procesable, Kiev tenía que recurrir a empresas tecnológicas privadas, siendo la más visible Palantir, una empresa estadounidense especializada en análisis de macrodatos, o big data. La participación de Palantir amplió el papel que una empresa privada podría desempeñar en el procesamiento de datos confidenciales, especialmente durante una guerra. Su director ejecutivo, Alex Karp, ha dicho públicamente que la empresa es responsable de la mayor parte de la focalización de objetivos en Ucrania. Según dice Kahn, del CSET, “lo que ellos proveen es casi un servicio completo, que en mi opinión ha demostrado ser inestimable”.

Lo que no se ha tomado plenamente en cuenta, al menos en forma pública, son las consecuencias. Las empresas privadas, dice Ford, de la Universidad de Defensa de Suecia, van a ser fundamentales, porque son las únicas organizaciones capaces de desarrollar el tipo de IA que las fuerzas armadas pueden utilizar. Pero, se pregunta: “una vez que esté disponible, ¿qué pasará después? ¿Cómo va a ser controlada, moldeada o dirigida?”.

Un campo de batalla digital

La guerra también presenta otro aspecto de la IA y los datos. “La guerra entre Ucrania y Rusia es la más documentada de la historia”, dice Andrew Hoskins, profesor de Seguridad Mundial en la Universidad de Glasgow y coautor con Ford de Radical War. Telegram, la plataforma de redes sociales ahora utilizada por tres cuartas partes de los ucranianos y bastante más de un tercio de los rusos para compartir videos y fotos mientras la guerra se desarrolla frente a ellos, “es el campo de batalla digital de esta guerra”, afirma. Esa información no está siendo cargada solo en servidores del ejército y la inteligencia, sino también para ONG e investigadores que la exploran con el fin de catalogar violaciones de los derechos humanos para futuros juicios por crímenes de guerra. La IA también está mejorando lo que puede ser visto y extraído, dice Hoskins. Cuando se aplica la IA a esos archivos, “comienzan a aparecer cosas imprevistas”.

JEREMY WAGSTAFF es consultor de tecnología y medios y experiodista de la BBC, Reuters y The Wall Street Journal.

 

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