Son dos viejos amigos a los que, según el jefe de gobierno porteño, los separó la política y, en el caso del dirigente del PRO, la táctica electoral: en su interna con Patricia Bullrich, una aguerrida cruzada anti K, Larreta tuvo que, más por sugerencia de los estrategos que por convicción personal, tomar distancia de Massa a quien ubicó, por lógica y posicionamiento, en el ecosistema kirchnerista.
La postura política de Larreta anula, de arranque, cualquier posible entendimiento entre el fallido candidato presidencial de Juntos por el Cambio (JxC) y el ministro de Economía, y postulante de Unión por la Patria (UP). “Siempre hay diálogo, pero sin ninguna expectativa”, le confió a medios un operador massista que tiene diálogo fluido con un integrante del primer anillo de Larreta. Descarta que pueda haber un acuerdo pero deja abierta la puerta para que algo pueda pasar si, eventualmente, se presenta un balotaje entre Massa y Javier Milei.
Massa, horas atrás, expresó la idea de un armado abierto: habló de “convocar a un Gobierno de unidad nacional, más amplio, con radicales, con dirigentes peronistas que acompañaron a Horacio (Rodríguez Larreta), con sectores independientes”.
Una fuente oficial aseguró que Massa no habló con Larreta. Circuló, la semana pasada, la versión de un saludo entre ambos, pero en Economía lo niegan. Admiten, sin embargo, contactos indirectos: funcionarios y colaboradores del candidato de UP tienen vínculos muy aceitados con el larretismo y Juan Manuel Olmos, vicejefe de Gabinete, y una de las piezas clave en el comando de campaña de UP, tiene una histórica relación con el propio Larreta, por formar parte de la misma galaxia de la política porteña, en la que Olmos ofició de opositor/negociador peronista.
En shock
La novedad, en estas horas, es que Larreta está recluido, shockeado por el pésimo resultado que tuvo el 13-A (sacó algo más de 10 puntos, 1,6 millones de votos menos que Bullrich. “No está en condiciones de definir nada”, explican desde el peronismo que dialoga con los larretistas. Cerca del jefe de Gobierno desmienten, también, que hayan existido una comunicación entre Massa y Larreta.
Pero en el ajedrez aparecen otros elementos. Uno es, en particular muy sensible y tiene que ver con el malestar que, se asegura, Larreta tiene con Mauricio Macri, a quien le atribuye haber apostado a una crisis interna en el PRO, a desgastar a los dos postulantes internos y que -en vez de hacer una tarea de reconstrucción post PASO- eligió subirse al clima de triunfo que luego de la elección del 13 de agosto se instaló en torno a la figura de Milei. “A Mauricio solo le importa la ciudad, eso lo logró con la victoria de Jorge, no le importa ni el PRO ni lo que pase hacia adelante”, se confiesan en el larretismo.
Larreta pagó, en las urnas, el costo de su enfrentamiento con Macri: el voto duro del PRO migró hacia Bullrich, y lo que le pudo aportar el radicalismo, su principal socio territorial, se comprobó insuficiente. La victoria de Milei en Jujuy, la provincia que controla Gerardo Morales, es una demostración cabal del escaso aporte de la estructura radical, a pesar de que Larreta sumó de número dos de su fórmula a quien es el presidente del Comité Nacional de la UCR.
Al golpe por el resultado del 13-A, que para Larreta puede convertirse en el fin de una carrera política que construyó durante más de tres décadas, se le suman otros elementos de tensión interna: el enojo con Macri, por la actitud que tuvo antes y después de las primarias, pero además a la falta de una conversación a fondo con Bullrich, la ganadora djave la primaria, que quedó también desorbitada por la magra cosecha de JxC.
“La foto con Patricia no alcanzó”, dicen en el larretismo, y advierten que es necesario que avance un acuerdo más de fondo que incluya un modo de integración del espacio de Larreta, entre ellos el sector de la UCR de Morales, candidatos como Diego Santilli e incluso los intendentes que jugaron con el jefe de Gobierno, para definir cómo se sumarán a la campaña y, en caso que eso ocurra, a un eventual gobierno de Bullrich.
En el PRO
Larreta tiene un canal preferencial y aceitado de entendimiento con Jorge Macri, que se perfila como su sucesor en CABA, para acordar los términos de la continuidad de la gestión porteña. Pero no recompuso con Bullrich, en gran medida porque en los últimos meses la relación entre ambos fue muy accidentada. Aparece, además, una observación crítica porque entienden que la mesa política de Bullrich, que sintió el mal resultado, no parece tener destreza para establecer una negociación para que, bien o mal, el larretismo haga una gestualidad sólida.
El tema es especialmente delicado: la exministra sacó 17%, unos 4 millones de votos, y aunque se impuso en la PASO, la cosecha global de JxC fue magra y dejó un regusto amargo en el espacio. No ven, en JxC, que Macri esté hasta acá enfocado en reconstruir el armado para que sea más competitivo para octubre. A su vez, la postura radicalizada de Javier Milei, que resultó más atractiva para votantes opositores, desperfiló a Bullrich que trata de encontrar un nuevo eje y de definir el tono con el que buscará entrar en el balotaje.
“Patricia no creció, está achatada y sin un apoyo orgánico de Larreta y la UCR, eso va a ser más difícil”, dicen en el comando de UP donde advierten que es necesario que Bullrich se mantenga competitiva porque si se derrumba existe el riesgo de que haya un voto útil o voto a ganador, que potencie a Milei.
PI